1. El origen del antoniniano
El sistema monetario en el reinado de Probo es continuación del creado por la reforma de Aureliano del año 274 dC que, en aras de dotar al imperio de una apariencia de estabilidad económica, que quizás pretendió ser el preludio de una reforma mucho más profunda del sistema monetario que nunca llegaría a acometerse. Desde Aureliano hasta la reforma de Diocleciano, se acuñan tipos en oro, vellón y bronce, y son precisamente las acuñaciones en vellón plateado -que llamamos “antoninianos” en esta web- las emitidas en mayor cantidad con diferencia.
Los primeros antoninianos se acuñaron tras la pseudo-reforma de Caracalla, ocurrida sesenta años antes que la de Aureliano. La política de Septimio Severo había producido el indeseado efecto de que la moneda de plata (el denario) corriera el peligro inminente de perder todo su crédito. La calidad de las acuñaciones era muy heterogénea y, además, la cantidad de plata presente en algunos denarios apenas llegaba al 50 % de la aleación (según Sydenham la cantidad de liga se sitúa entre el 25 y el 55 %). La consecuencia de ello es que 25 denarios ya no podían ser cambiados por un áureo y, en esta tesitura, o el oro deja de ser usado como componente del sistema monetario o había de cambiarse el número de denarios necesarios para obtener un áureo. La devaluación del denario tuvo su efecto también en las denominaciones de cobre y bronce, de tal manera que el sestercio empieza a acuñarse en módulos más pequeños, incluso más que los dupondios del siglo I y las denominaciones más pequeñas (as y dupondio) se acuñan en muy poca cantidad.
En esta tesitura, Caracalla intenta una reforma en el año 215 cuyo hecho más relevante es la introducción de una nueva denominación, la que se conoce como “antoniniano”, aunque realmente desconocemos como se llamó en su época a esta nueva moneda. Efectivamente, el antoniniano debe el nombre por el que comunmente se le conoce a su creador, el emperador Caracalla, que había adoptado tras haber sido nombrado César por su padre, Septimio Severo, el nombre de Marco Aurelio Antonino (su verdadero nombre era Lucio Septimio Bassiano). Además de esa relación con el nombre oficial del emperador, encontramos también una referencia ocasional, aunque tardía, en la Historia Augusta, concretamente en la vida de Bonoso, narrada por Flavio Vopisco Siracusano. Concretamente allí se transcribe una supuesta carta enviada por el emperador Aureliano al legado de la Tracia sobre la boda y los regalos que ordenada dar al entonces general Bonoso:
“Brevis munerum fuit: “Tunicas palliolatas ianthinas subsericas, tunicam auro clavatam subsericam librilem unam, interulas dilores duas, et reliqua quae matronae conveniunt. Ipsi dabis aureos Philippeos centum, argentos Antoninianos mille, aeris sestertium decies.”
“Esta es la lista de regalos: dos túnicas palioladas de color jacinto y mitad de seda, una túnica de la misma proporción de seda con bandas de oro y de una libra de peso; dos túnicas interiores con dos bandas de color y otras cosas que cuadran a una matrona. A él mismo le darás cien Filipeos de oro, mil Antoninianos de plata y diez mil sestercios de cobre”.[1]
La nueva moneda era de mayor tamaño que el denario y se distingue del mismo, aparte de por su tamaño, por llevar el emperador invariablemente la corona radiada en vez del busto desnudo o laureado (los acuñados con la efigie de las augustas se distinguen por llevar bajo el busto un creciente).
Antoniniano de Caracalla acuñado entre 215 y 217 dC. RIC 311
El peso medio del antoniniano de Caracalla parece situarse en 5,07 grs., o lo que es lo mismo, se talló a 1/64 de la libra romana. La cantidad de plata de la aleación era pareja a la del denario de la época, es decir, entorno al 55 % de plata pura.[2]
En cuanto a su relación con el denario, los autores discrepan. Se viene sosteniendo que el antoniniano equivalía a un doble denario, pero esta relación ha sido discutida (Omán). Mattingly y Sydenham son de la opinión que Caracalla tarifó su áureo a 30 denarios ó 20 antoninianos, con lo que el antoniniano equivaldría a 1 y ½ denarios.[3]
De cualquier forma, el experimento de Caracalla no fue muy efectivo. No se acuñaron muchos antoninianos bajo Marcrino. Heliogábalo si los acuñaría en mayor cantidad pero parece cierto que cuando redujo el peso del áureo a 6,22-6,47 grs., redujo también el valor intrínseco del antoniniano. Sus monedas no sólo son más ligeras que las que acuñó Caracalla, sino que la aleación es más pobre, con un contenido del 42,8 % de plata (Hammer) en los antoninianos. La calidad de la moneda de plata bajo este emperador, además, muestra el summun de confusión ya que el porcentaje de plata en sus denarios oscila entre el 75 % y el 43,4 %. Alejandro Severo intentó sobre el año 227 dC una reforma bastante superficial, que parece tener por objetivo devolver el denario a su estatus original (de 25 denarios por áureo). Sus acuñaciones se vuelven más cuidadas y los denarios se acuñan con un peso medio de 3,20 grs. No obstante, el porcentaje de plata no aumentó demasiado. Balbino y Pupieno resucitaron el antoniniano, dejando de acuñar denarios. Parece que el antoniniano se tarifó en este periodo a 1/25 del áureo.
En el año 242, Gordiano III abandonaría la acuñación del denario, a partir de aquí, el antoniniano es la unidad para tarifar los valores de plata. Desde entonces hasta Galieno, los denarios y quinarios de plata se acuñan en cantidades muy pequeñas, por lo que parece claro que su demanda, por su relación con el antoniniano (2/3 y 1/3) debió ser muy reducida, siendo la pieza grande la más conveniente para todos los propósitos.
Durante el siglo III la inflación galopante terminó por desnaturalizar totalmente esta moneda. Los sucesivos emperadores trataron en vano de mantener la estabilidad del sistema monetario romano pero el estado está en quiebra y la economía en punto muerto. A ello acompaña una grave crisis política. Las monedas de bronce (sestercio, dupondio y as) se emiten cada vez en menor cantidad hasta desaparecer en el reino de Galieno.
Antoniniano de Galieno acuñado en Antioquía en 267 dC con un peso de 3,61 gr. RIC 612
El antoniniano había quedado reducido a pequeñas monedas de cobre plateado, muchas con un peso de apenas 2,90 grs. y un contenido en plata de alrededor del 2 %. Lamentables remanentes del antoniniano, las acuñaciones son muy descuidadas y de escasa calidad variando de peso y tamaño.
Antoniniano de Claudio II con un peso de 3,34 grs. Acuñado en Antioquía, entre 268 y 270 dC. RIC 214
Las primeras acuñaciones de Aureliano tienen una apariencia similar a las de sus predecesores, pero después del año 274 dC el panorama cambiará radicalmente. De ello trataremos en una próxima entrada.
[1] Historia Augusta. Flavio Vopisco Siracusano. Firmo, Saturnino, Próculo y Bonoso. SHA 29.15.8. Lo cierto es que el autor de la Historia Augusta utiliza también el término aureos Antoninianos: cfr. SHA 26.9.7, 26.12.1 y 28.4.5.
[2] La tabla de pesos y leyes publicada por Earle R. Caley y Harold D. McBrirde en “Chemical composition of antoniniani of Trajan Decius, Trebonianus Gallus and Valerian” establece un peso medio de5,01 gramos con un contenido de plata del 58,9 % lo que supone9,95 gramos de plata pura por pieza. The Ohio Journal of Science 56 (5): 285, September, 1956.
[3] Cfr. E.A. Sydenham. The Roman Monetary System. Part. II. Reprinted for The Numismatic Chronicle. Fourth series. Vol. XIX. London. 1919.